MÍMULO
Terapia emocional con Flores de Bach

Lo que llamamos «el amor»…

«Lo que llamamos «el amor» es una combinación de codicia (y miedo), es decir, el deseo de más y el temor de perderlo.

Por lo tanto lo que llamamos «amor» debe ser IGNORANCIA.

El amor verdadero debe estar infinitamente por encima de nuestra comprensión ordinaria, algo enorme, el olvido completo de «sí mismo», la pérdida de la individualidad en la Unidad, la absorción de la personalidad en el Todo.

Así pues, parece que el amor está verdaderamente opuesto al «Sí mismo»…»

Cuando entendamos estos términos entonces vamos a entender las enseñanzas de Cristo, que ya no serán parábolas.

El amor, de alguna manera, parece ser el servicio combinado con la sabiduría.

Lo que nosotros llamamos “amor” es lo que cada uno nos da, porque esto satisface nuestro codicioso deseo de más, y lo que llamamos odio es lo que cada uno nos quita, porque esto estimula nuestro miedo a la pérdida.

Cuando comprendemos esto, no tenemos nada en esta tierra, porque lo que perdemos no vale la pena, pero lo ganamos todo, y entonces no podemos conocer el odio y en el propio sentido de la palabra seremos capaces “de amar a nuestros enemigos”

El verdadero amor a Dios o a nuestros semejantes parece ser el deseo de servir sin esperar recompensa.

Probablemente lo más cercano para degustar alguna vez el amor sea lo inalcanzable, las puestas de sol, las noches estrelladas, la música, y la belleza de las montañas y los valles.

En el interior de nuestros corazones debemos saber que nuestros enemigos son los que ceden ante nosotros, porque al hacerlo crean una atadura, una atadura que encontramos casi imposible de romper y debemos darles las gracias cuando luchan por liberarse.

Cualquiera a quien podemos influir con nuestra voluntad, o el control, o el poder, es un peligro para nuestra libertad.

No importa si nuestra influencia se debe al amor, al poder, al miedo a lo que obtienen de nosotros. Nuestras almas deben estar agradecidas a todos los que rechazan ser nuestros sirvientes, ya que esto roba, a ellos y a nosotros, la respectiva individualidad.

 

Edward Bach, 13 de diciembre 1933, Cromer, Norfolk, Inglaterra.